ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO
Nuestro amado papa Francisco,
es la inspiración que de momento se desborda con verdadero entusiasmo
en sus feligreses ,sea este de verdadero reconocimiento y cariño,
por mero deseo de publicidad o lo que es más,
con sentido comercial como ya hemos estado viendo en las noticias
con la venta de rosarios que llevan su retrato, con afiches,llaveros,etc.,etc
en fin habrá que reconocer el ingenio y creatividad de cada quien
para aprovechar la oportunidad de trabajo
.ADELA
Un candidato ni siquiera demasiado escondido, estaba. Solo
de este modo se puede explicar la rapidez de un Cónclave que se celebro casi en
el mismo tiempo que el de Ratzinger, sin Ratzinger.
Era el que tomando la palabra en presencia de sus colegas
purpurados, la pasada semana, hizo la intervención más breve, sin usar los
cinco minutos de tiempo a disposición. Y el que también había hablado con el
corazón de una Iglesia capaz de mostrar el rostro de la misericordia de Dios.
La elección de Jorge Mario Bergoglio, primer Papa jesuita y latinoamericano de
la historia de la Iglesia, primer Papa que toma el nombre de Francisco, ha
sorprendido ha muchos. Parecía que los cardenales estuvieran buscando un Papa
joven, han elegido a uno de 76 años. Parecía que tuvieran que elegir a un
«gobernador» para la Curia romana, han elegido a uno de los purpurados más
lejanos del afán de carrera, de los juegos, de las facciones curiales.
La elección de Francisco es la señal de un viraje. No había
sucedido nunca en la historia reciente de la Iglesia que fuera elegido el que
había llegado segundo en el cónclave anterior, ni que un Pontífice, asomándose
por primera vez al balcón del San Pedro, antes de bendecir a los fieles, les
pidiera una oración y una oración para él.
Bergoglio ha denunciado siempre, en los pasados años, el
riesgo que corre la Iglesia de ser autorreferencial: «Si la Iglesia permanece
encerrada en sí misma, envejece. Y entre una Iglesia accidentada que sale a la
calle, y una Iglesia enferma de autorreferencialidad, elijo sin dudas la
primera».
Cierto, su designación va en la dirección que ha emergido
durante estos días en las congregaciones generales: reforma de la Curia, mayor
colegialidad, evitar que se repitan los escándalos de los últimos años. Pero
aunque es fácil prever pasos en este sentido, la prioridad para todos los
electores, ha sido elegir a un hombre de Dios, sobre todo un testigo. También
la decisión de aparecer en el balcón acompañado por el Vicario de Roma, el
cardenal Agostino Vallini, y la insistencia con la cual subrayó el vínculo de
obispo con la diócesis de la Ciudad Eterna, es una señal importante. La señal
de un pontificado que subraya sobre todo el vínculo con la Iglesia local, el
del pastor con su pueblo.
No es fácil prever las decisiones que en el futuro tomará
el nuevo Papa. Sobre quien decidirá poner en la Secretaría de Estado, sobre
como pretende afrontar el tema de la transparencia financiera y los problemas
del IOR, sobre las decisiones que tomará tras haber leído, con dolor, las
páginas del informe de Vatileaks. Pero ya por el nombre y por el estilo humilde
de su presentación ante los fieles, a la Iglesia y al mundo, ayer por la noche
pudimos comprender todos que esta institución, que cuenta con dos mil años de
historia a sus espaldas, otra vez ha sabido renovarse y sorprender.
Un jesuita elige el nombre franciscano, decide llamarse
como el gran santo italiano, el gran reformador de la radicalidad del
Evangelio, es una señal de esperanza y una invitación al cambio para toda la
Iglesia.