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viernes, 15 de marzo de 2013

El análisis del Papa que sube al solio pontificio

ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO
Francisco, señal de un viraje


Nuestro amado papa Francisco,
 es la inspiración que de momento se desborda con verdadero entusiasmo 
en sus feligreses ,sea este de verdadero reconocimiento y cariño,
 por mero deseo de publicidad o lo que es más,
con sentido comercial como ya hemos estado viendo en las noticias
con la venta de rosarios que llevan su retrato, con afiches,llaveros,etc.,etc
en fin habrá que reconocer el ingenio y creatividad de cada quien
 para aprovechar  la oportunidad de trabajo
.ADELA

Un candidato ni siquiera demasiado escondido, estaba. Solo de este modo se puede explicar la rapidez de un Cónclave que se celebro casi en el mismo tiempo que el de Ratzinger, sin Ratzinger. 

Era el que tomando la palabra en presencia de sus colegas purpurados, la pasada semana, hizo la intervención más breve, sin usar los cinco minutos de tiempo a disposición. Y el que también había hablado con el corazón de una Iglesia capaz de mostrar el rostro de la misericordia de Dios. La elección de Jorge Mario Bergoglio, primer Papa jesuita y latinoamericano de la historia de la Iglesia, primer Papa que toma el nombre de Francisco, ha sorprendido ha muchos. Parecía que los cardenales estuvieran buscando un Papa joven, han elegido a uno de 76 años. Parecía que tuvieran que elegir a un «gobernador» para la Curia romana, han elegido a uno de los purpurados más lejanos del afán de carrera, de los juegos, de las facciones curiales.

La elección de Francisco es la señal de un viraje. No había sucedido nunca en la historia reciente de la Iglesia que fuera elegido el que había llegado segundo en el cónclave anterior, ni que un Pontífice, asomándose por primera vez al balcón del San Pedro, antes de bendecir a los fieles, les pidiera una oración y una oración para él.

Bergoglio ha denunciado siempre, en los pasados años, el riesgo que corre la Iglesia de ser autorreferencial: «Si la Iglesia permanece encerrada en sí misma, envejece. Y entre una Iglesia accidentada que sale a la calle, y una Iglesia enferma de autorreferencialidad, elijo sin dudas la primera». 
Cierto, su designación va en la dirección que ha emergido durante estos días en las congregaciones generales: reforma de la Curia, mayor colegialidad, evitar que se repitan los escándalos de los últimos años. Pero aunque es fácil prever pasos en este sentido, la prioridad para todos los electores, ha sido elegir a un hombre de Dios, sobre todo un testigo. También la decisión de aparecer en el balcón acompañado por el Vicario de Roma, el cardenal Agostino Vallini, y la insistencia con la cual subrayó el vínculo de obispo con la diócesis de la Ciudad Eterna, es una señal importante. La señal de un pontificado que subraya sobre todo el vínculo con la Iglesia local, el del pastor con su pueblo.

No es fácil prever las decisiones que en el futuro tomará el nuevo Papa. Sobre quien decidirá poner en la Secretaría de Estado, sobre como pretende afrontar el tema de la transparencia financiera y los problemas del IOR, sobre las decisiones que tomará tras haber leído, con dolor, las páginas del informe de Vatileaks. Pero ya por el nombre y por el estilo humilde de su presentación ante los fieles, a la Iglesia y al mundo, ayer por la noche pudimos comprender todos que esta institución, que cuenta con dos mil años de historia a sus espaldas, otra vez ha sabido renovarse y sorprender.
Un jesuita elige el nombre franciscano, decide llamarse como el gran santo italiano, el gran reformador de la radicalidad del Evangelio, es una señal de esperanza y una invitación al cambio para toda la Iglesia.

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